Detrás de cada cosa que hacemos, aprendemos y celebramos como comunidad, hay una historia (o varias).

Cuando los humanos tomamos lo que nos ocurre diariamente y lo ordenamos en un relato, nos convertimos inmediatamente en protagonistas para los demás, este actuar es una necesidad básica de cada uno de nosotros, sin contar que las historias hacen que vivamos y transmitamos lo que somos a lo largo del tiempo.

En realidad, desde la antigüedad se celebra la figura de la madre, por ejemplo, en Egipto homenajeaban a la Diosa Isis, también conocida como la “Gran Diosa Madre” o la “Diosa de la maternidad y el nacimiento”. La mitología cuenta que cuando su esposo fue asesinado, Isis encontró todas las partes del cuerpo de él y cuando lo hizo, pudo fecundar a su hijo Horus, considerado el iniciador de la civilización egipcia.

Pero no solo se celebraba la existencia de la madre en Egipto, sino también en Roma, Asia Menor y en Grecia, todas representadas por diferentes deidades, como Rhea o Cibeles.

Por otra parte, en Europa se comenzó a celebrar la “Iglesia Madre” el cuarto domingo de Cuaresma, en ese día la gente llevaba flores o las ofrendas que prefirieran y que se acomodaran al credo de cada uno. Ya en el año 1600 y por medio de un decreto, establecieron que los siervos por una vez al año podían ir a sus hogares a ver a sus mamás.

En Estados Unidos es donde se construye la historia reciente de esta celebración, en junio de 1870, Julia Ward Howe, poeta y escritora, invitó a todas las madres que perdieron a sus hijos en la guerra para que se unieran a ella en una manifestación pacífica, las madres efectivamente asistieron en masa, pero este hecho terminó por no convertirse en una celebración que se repetiría.

Años después, una mujer lograría establecer la fecha para realizar este homenaje a las madres. Anna Marie Jarvis, hija de una activista social de la Guerra Civil Americana, inició una campaña en 1908 escribiendo a personas famosas e influyentes y recolectando firmas para establecer la fecha como un día oficial. Insistió tanto que en 1914, el presidente Wilson hizo que esta celebración fuera oficial. 

Desde ese momento, la idea se esparció por más de 70 países y es así como cada segundo domingo de mayo, paramos todas las cosas del mundo para celebrar la existencia y el amor que sentimos por nuestras madres.

Lo invitamos a leer: “El poder de la idiosincrasia”.